Zozobramos nuestras cruces
sedientos lugúbando embozámos eternidad,
serán las niñas en tus cuencas tempestuosas,
amantes de sueños lapidarios.
Abrazo a través de siglos,
viaje entre cadenas subterráneas,
mundo nocturno.
Señor sombrío, abre mis párpados,
será el ojo a través de la frente y
marmoleó en largas noches resonantes.
Ahora ese incontenible amanecer
entre tumbas que arrastran pesares
de aquellos llamados vivos.
Despojará piel a mis brazos
y el viento queja y roe llanto,
infatigable y sordamente invencible,
para este pecho partido.
Alyorie Marsar
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